viernes, 14 de diciembre de 2012

La MULA, el PAPA y el BUEY


Ay Santo Padre, Santo Padre, ¡cuántas metidas de pata llevamos hasta ahora! Las mías, como las suyas, vienen por hablar de más, pero al menos tengo la excusa de no ser infalible ni tampoco un teólogo eminente, como usted. Tampoco he presidido, como en su caso, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, conocida en sus tiempos más ardientes como el Santo Oficio de la Inquisición, ni sus cardenales me tomarán en cuenta como candidato para encabezar después de usted a la exitosa transnacional conocida como Santa Iglesia Católica, que tiene a un 38% de la población mundial convertido en creyentes bautizados (aunque no todos sean practicantes) y más de 6.000 obispos que viven a todo lujo. El motivo que me dan para descartarme como su sucesor es que soy agnóstico y no cura. Sólo por ese pequeño detalle no soy papabile. Esto no es justo. Por ser honesto, sincero y objetivo con mis creencias, se me está privando de la oportunidad de contribuir a un mundo ideal como el que describió Lennon en su canción Imagine, sin fronteras ni religiones. Le aseguro que mis metidas de papa, perdón, de pata, Santo Padre, acabarían destruyendo a la iglesia católica más rápido que las suyas. Pero en el fondo creo que me hubiese dejado quemar antes que aceptar sustituirlo en su cargo, aunque la papa me encanta y el arte del Vaticano también. No me quedan bien las sotanas ni el poder. Por si las moscas, ya la CEP (Curia Electora de Papas) está hablando del cardenal hondureño Oscar Rodríguez como reemplazo suyo, así que cuidado con ese, que no es tan bueno como yo, y que sólo me supera en que no le importa vestirse de rojo, según la moda que ha venido uniformando a la mitad de mi país. Afortunadamente para usted, cada vez que mete la pata le salen defensores corriendo como bomberos para apagar un fuego que no debió prenderse (nostalgia por las hogueras inquisitoriales, supongo) y gritando: es que el Papa no quiso decir… mientras a mí más de uno me dejará aplastado como tapita de refresco en la calle cuando lea este post. Nada que hacer, reconozco el masoquismo como parte de mi mala costumbre de decir siempre lo que pienso.

Querido Ratzinger, mientras usted salta salpicando de un pantano a otro, la iglesia está en peligro: el poder del elitesco Opus Dei tan favorecido por Wojtyla sigue siendo enorme; usted desprecia las corrientes populares como la Teología de la Liberación, que frenó hace 25 años, pero éstas siguen creciendo junto con distintas sectas interesadas en lucrarse a costa de la ignorancia del pueblo. Hasta hay algunas que comercian con santos y otras con el diablo. Esos y otros hechos le están quitando muchos creyentes al catolicismo. ¿Ve que aunque no me quieran para Papa sí me importa la iglesia, y la defiendo, poniéndolo al corriente del peligro que representan quienes prometen hacer que uno pare de sufrir? Y lo hago porque Su Santidad me ha aclarado algo que no entendía: cuando usted condena a los homosexuales por ser una gente que perversamente se ha hecho a sí misma contra la Voluntad de Dios, enseña algo que yo creía imposible y que me lleva a admirar el poder gay. También ha dicho que el escándalo de los curas pederastas es un pecado del que la iglesia debe arrepentirse. Usted tapó muchos de esos casos por proteger a su organización, lo cual es muy humano viniendo del representante divino, pero reconocer el error es de sabios. Lamentablemente, cuando dice que “la destrucción psicológica de los niños (abusados) es un signo aterrador de los tiempos” vuelve a sacudirse la responsabilidad que ha tenido la iglesia en la construcción de esos mismos tiempos. Es obvio que, aunque la iglesia católica condene el divorcio, hay uno clarísimo entre ella y su forma de entender al mundo actual. Todos estos errores y otros que no menciono se asocian con un vivir fuera de la realidad, como le pasa a los locos, y la verdad es que con todo esto me siento dentro de un mundo gobernado por locos.

También Su infalible Santidad dijo públicamente en su viaje a África que el uso del preservativo "no es la mejor manera para combatir el SIDA, ya que es necesaria una humanización de la sexualidad" porque esa pandemia "no se combate sólo con dinero, ni con la distribución de preservativos, que, al contrario, aumentan el problema". La verdad, yo siempre uso condón, prefiero la excomunión a una infección de transmisión sexual. Al menos sé lo que una ITS supondría para mi cuerpo presente, pero no me consta nada acerca del posible infierno futuro. Usted ha sido categórico al afirmar que “el infierno existe y es eterno, y además no está vacío”. Lo cual anula toda posibilidad de un dios de amor y misericordia aunque, si me equivoqué al ser agnóstico y por eso me condeno, su palabra asegura que tendré compañía divertida para siempre. Pero ese punto de vista es comprensible viniendo de alguien que pasó fugazmente en su adolescencia por las Juventudes Hitlerianas. Y hablando de Alemania, en la Universidad de Ratisbona donde usted mi querido Santo Padre fue profesor de teología, a diferencia de mi padre biológico que nunca ha sido santo ni profesor de nada, Su Santidad usó la siguiente cita del emperador bizantino Manuel II: “Muéstrame aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”. Todos sabemos que la espada cristiana también sirvió de forma sangrienta a la evangelización, incluso desde antes que los dominicos usaran la hoguera, pero su desafortunada cita molestó a la numerosa población mundial musulmana, y usted tuvo que borrar el desliz con una breve oración dirigida hacia La Meca en su posterior visita a Turquía. ¡Bien por esa nueva rectificación del error! Si estoy equivocado en todo esto, yo también miraré hacia Roma y hasta iré a la Ciudad Santa a disculparme, si usted quiere. Aprovecharé el viaje para averiguar por qué se emplea tanto la palabra “santo” cuando se habla de usted, de la iglesia y de todo lo que le concierne, y para invitarle a considerar su retiro a tiempo. 



Volviendo a esos errores humanos, son comprensibles viniendo de alguien con su historia. Pero lo que sí me hiere profundamente y me cuesta perdonar es que en su reciente libro sobre La Infancia de Jesús, Su Santidad quite del pesebre a la mula y al buey, afirmando que esos pobres animales nunca estuvieron presentes en el nacimiento del niño más famoso del mundo. No me basta con que diga allí que la estrella de Belén fue una supernova, yo no tengo una ni soy astrónomo, pero sí tuve que regalarle hace poco a mi madre un nacimiento con mula y buey que me costó unos buenos reales. Para más pecado, incluye un pastor alemán y un elefante entre tanta oveja y camello. A pesar de que soy agnóstico, mi madre es mi madre y aunque sea católica, la amo. Ella me explicó que montar el pesebre es una tradición social que ha trascendido más allá de la religión, desde que Francisco de Asís inventó el primero por el año 1223. También me dijo que ese gran hombre defendió a los animales, viéndolos como los hermanitos menores de una humanidad supuestamente racional. Si la iglesia decidió hacer santo a Francisco, que respete sus aportes y entonces hacemos un trato: como artista que soy y niño que fui, me gusta la tradicional iconografía del belén montado con su mula y su buey. Si los deja tranquilos, puede quitar el ángel, ¿trato hecho? Piense que Lucas y Mateo sólo pudieron oír la historia del pesebre de labios de María, la única que también pudo contar lo que ese mismo ángel le dijo acerca de su Anunciación. ¿Por qué la virgen diría la verdad sobre ésta y mentiría acerca de los animales que estaban en el lugar donde parió sin perder la virginidad? Usted no estuvo ahí, ella sí. Así que no asegure con tanta firmeza que “en el portal no había esos animales”. Me solidarizo con ellos, como otro Francisco. Y si en vez de agnóstico yo fuese ateo e hiciera un nacimiento, claro que los pondría dentro de éste. Sólo a la mula y al buey, claro, a nadie más. Pero siendo agnóstico, puedo colocar a quien quiera, hasta al perro alemán. O a un Niño Jesús negrito. O incluso metería la paloma. ¿Por qué no? Es mi pesebre.

Por otra parte, ¿qué hacemos con la diversidad étnica de los Tres Reyes Magos, con sus turbantes orientales y túnicas bordadas en oro? También pagué por ellos cuando compré el belén para mi madre. Usted en su visita a Barcelona denunció “un secularismo fuerte y agresivo como el de los años 30 e instó a reevangelizar a España. Tal vez por eso, mi querido Benedicto,   usted afirmó también que Melchor, Gaspar y Baltasar procedían de Tarsis, un lugar que los historiadores ubican entre Huelva, Cádiz y Sevilla. Es decir, que los Reyes Magos fueron andaluces. Vestidos como sabios moros, a la moda de la época. Pero ese reconocimiento no basta para reevangelizar a un país ni para consolar a una de las regiones de España más golpeadas por la actual penuria económica y educativa, casi tan mala como la de Venezuela hoy, así que me solidarizo con el andaluz que declaró hace poco en un diario español:En plena crisis, sin paga de Navidad, y ahora nos vacían el Portal”. Por todo lo dicho, mi querido y falible Santo Padre, le invitó a desdecirse como ya lo ha tenido que hacer en otras ocasiones y a dejar tranquilos a la mulita y al pequeño buey. Como sea, sólo asoman el hocico una vez al año, y además son animales estériles, aunque se hayan multiplicado a través de tantos pesebres y siglos, lo cual es un milagro. No me quite mi poquita fe en los milagros, Santo Padre, por favor. No olvide que, según usted, lo que me espera en la eternidad no es bueno. Tenga compasión. Mire que casi es Navidad. Gracias.

Escrito por: Gustavo Löbig

viernes, 23 de noviembre de 2012

El absurdo pecado de la desnudez


Hay algo innegable, y es que todos nacimos descaradamente desnudos. ¿En qué momento nuestro cuerpo dejó de inspirar ternura para convertirse en un instrumento «vergonzoso» que deba ocultarse? La explicación puede ser tan amplia y antigua como la historia misma de la humanidad. Básicamente se debe a una necesidad de preservación y abrigo. En las épocas prehistóricas el clima era verdaderamente inhóspito y los primeros hombres comenzaron a protegerse de los elementos cubriéndose con pieles de animales. La indumentaria fue evolucionando a lo largo de los siglos y de las culturas, incluso ha llegado a convertirse en un símbolo de poder para distinguirse entre los distintos grupos sociales. Es perfectamente entendible que como parte de la evolución se haya sofisticado el uso del vestido utilizando telas que se adapten mejor al tipo de clima, piel y de actividad. Pero hay quienes lo usan para crear una imagen de superioridad: reyes, monarcas, jueces, ministros de iglesias, etc. Por cierto, ¿alguien se imagina al Papa actual vistiendo de jeans, zapatos de goma y manga corta?, no lo creo, eso sería rebajarse al común de los humanos.

Ahora bien, es indudable el valor de las prendas de vestir, ya que entre otras cosas ayuda a mantener la higiene personal. No me veo sentándome en el sucio asiento del vagón del metro haciendo contacto directo con las nalgas (más aún sabiendo que ya otros han hecho lo mismo), pero sí cuestiono que sea un delito hacerlo. Nunca olvidaré que hace unos cuantos años, a una amiga europea se le ocurrió hacer topless en una playa de mi país (Venezuela); a los pocos minutos llegó un policía que quería meterla presa por “actos públicos inmorales”. Mi amiga obviamente no entendía nada de lo que estaba pasando, y me costó explicarle sobre la obtusa mentalidad de acá.

Como condicionamiento social, me parece totalmente ridículo que tengamos que usar chaqueta y corbata para trabajar en zonas tropicales con altas temperaturas -independientemente a que las oficinas tengan aire acondicionado-. Es increíble que tengamos que acatar estos códigos sociales en detrimento de nuestra comodidad. Todos sabemos lo incómodo que es pasar un día completo con un pedazo de tela amarrado al cuello. Más allá de la elegancia, en el fondo estás deseando que termine rápido la jornada para quitarte ese disfraz que en mala hora adoptamos de países fríos.

Pero obviamente no podemos olvidar la etiqueta: «vergonzoso», ¿de donde creen que se originó esta connotación?, pues claro: de las religiones. ¿Qué más representativo que el dogmatismo religioso para condenar, criminalizar, estigmatizar, señalar, etc.? No olvidemos que desde los orígenes del cristianismo se ha considerado el cuerpo humano como pagano y pecaminoso, y nuestros órganos sexuales como partes impuras. En este sentido, ¿cómo puede ser pecado algo que es imagen y semejanza de dios? Esta es una de las infinitas contradicciones religiosas. Pero lo más insólito es que esta creencia ha trascendido de forma tal que hemos llegado a criminalizar el desnudo por considerarlo inmoral y fuera de las buenas costumbres, ¿cómo demonios puede ser inmoral mostrar nuestra intimidad por completo? Quizá para muchos conservadores esto sería impensable: el poder salir un día de casa a comprar el periódico dejando que las pelotas se balanceen libremente (ellas también tienen derecho a sentir la frescura de la mañana), o que las mujeres puedan pasear sus mascotas por el parque con su hermoso pecho al descubierto y en completa armonía con la naturaleza.

Ni hablar de Adam y Eva, que cuando son representados en obras pictóricas aparecen con hojas de árbol cubriendo sus partes íntimas -la verdad es que la imaginación humana a veces puede ser muy pacata-. ¿Sería blasfemo dibujar a la Virgen María con su niño en brazos sin nada de trapos encima y mostrando sus senos?, seguro que sí, ¿cierto? ¿Podríamos imaginarnos a Jesucristo en la cruz sin su taparrabo de tela? (eso sería lo más seguro, ya que luego de ser víctima de las vejaciones y de arrastrar la cruz seguramente habría quedado totalmente desnudo), ¿hay algo de malo o indecoroso en ello? Sé que muchos al leer esto se les puede estar revolviendo la bilis y es entendible. Estos símbolos son “impolutos” y el sólo hecho de imaginarlos desnudos sería un acto irreverente. Pero ese sentimiento es la mejor demostración del condicionamiento dogmático que nos han inculcado. Esta visión religiosa ha sido tan fuerte y arraigada en la sociedad occidental que hemos desarrollado el pudor, lo cual no sucede en tribus del África donde es usual mostrarse al natural. Aquí es al contrario, si una mujer usa un escote prominente inmediatamente es catalogada de puta, y si a un hombre se le marca el pene a través del pantalón es un depravado (ambos casos pecadores insignes). A propósito del pudor, recuerdo haberlo sentido intensamente la primera vez que fui a una playa nudista. Eso fue hace unos 10 años en Orient Beach en la isla de Saint Marteen, me costó mucho deshacerme de mi traje de baño, pero una vez vencido el miedo fue una de las experiencias más liberadoras que recuerde haber vivido (si no lo han hecho se los recomiendo). Pero es precisamente el origen de ese miedo lo que me interesa resaltar, y fue debido a mis creencias impuestas desde niño sobre la desnudez, ¿les suena familiar?.


Pienso que el mayor de los daños que ha hecho la religión sobre el desnudo humano es señalar nuestro cuerpo como algo prohibido, y ya sabemos perfectamente como reaccionamos ante lo no permitido. Puesto que las partes púdicas son “pecaminosas” y deben taparse, no le queda más remedio al hombre y a la mujer que desarrollar la curiosidad de lo que hay ahí, de cómo “lo” o “la” tendrá. No en vano la pornografía es el comercio más fructífero en el mundo. En los casos más graves, esta estigmatización al desnudo puede ocasionar muchas perversiones producto de la misma represión. Todo es una cadena de eventos, ¿se imaginan un mundo donde sea permitido andar por la calle sin ropa alguna  sin temor a ser señalado o arrestado? Tendría que pasar mucho tiempo para adaptarnos a esa costumbre y se vea como “normal” lo que hoy es considerado como anormal.

Afortunadamente hay gente en el mundo que se encarga de enaltecer la desnudez. Spencer Tunick considera que el desnudo es un arte del cual no debemos avergonzarnos. Ya se ha hecho famoso retratando numerosos grupos de personas en entornos urbanos, inclusive estuvo en Venezuela donde logró una convocatoria bastante escasa, lo cual refleja nuestra mentalidad tan cerrada (yo no participé en ese evento porque no tuvo mucha publicidad, pero no pienso perderme esa experiencia la próxima vez). También es importante mencionar que existen grupos de personas en algunos países hispanos como: España, Chile y Argentina que practican el nudismo como un acto natural que forma parte de sus tradiciones. Acostumbran bañarse juntos, comer y realizar actividades al aire libre sin indumentarias molestosas, pero obviamente deben hacerlo en privado.


Mientras escribo este artículo estoy como vine al mundo, decidí hacerlo para conectarme con el tema, pero me estoy dando cuenta de que puede ser incómodo. El contacto directo de mi piel con la silla de cuero hace que sude mucho y literalmente “las tengo sancochadas”. De verdad reconozco la utilidad de unos buenos calzoncillos, pero esta sociedad no permite que ni siquiera pueda salir a botar la basura a la calle exhibiéndolos –me quedaré con las ganas de mostrar en público mis Dolce & Gabbana-.

En conclusión, como ser civilizado que soy me he acostumbrado a usar ropa, me gusta exhibirla en fiestas y reuniones, y algunas veces me hace sentir importante; pero no olvido que es mi cuerpo el que oculto tras esa vestimenta y no siento vergüenza de él. Comparto los códigos de comportamiento en sociedad, si no todo sería un caos, pero no comparto la creencia de que mis partes íntimas sean un pecado. Mucho menos considero indecente el nudismo, ya que la verdadera libertad no lleva velos impuestos y la intimidad comienza por descubrirnos nosotros mismos.

Escrito por: Rafael Baralt

viernes, 26 de octubre de 2012

Laicismo: sociedad utópica

La palabra laicismo viene del griego λαϊκός cuya raíz significa pueblo. Esta postura ideológica defiende el derecho del individuo de poder elegir sus creencias sin condicionamientos externos, exige una educación académica libre de religión y se opone al trato privilegiado que el Estado da a la iglesia, cualquiera que ésta sea. Siendo un movimiento netamente racional, el laicismo se remonta a la Grecia Clásica, aunque el concepto de Estado Laico se afirma en Francia y luego en el resto del mundo a finales del siglo XIX, con la Revolución Francesa. Cabe aclarar que, dentro de la iglesia católica, el término laico o seglar se utiliza para designar al creyente que no tiene órdenes clericales ni viste hábito (del documento eclesial Christifideles Laici, 31: “Dentro de la Iglesia emerge con fuerza la vocación de los laicos, llamados por Dios para contribuir desde dentro, a modo de fermento, a la santificación del mundo). Paradójicamente, los laicos que se ubican fuera de la iglesia y contra ésta, también buscan mejorar el mundo, aunque su meta no sea santificarlo sino hacerlo más libre y consciente.

En la actualidad y en varios países, muchas organizaciones civiles apoyan el laicismo como propuesta de separación entre el Estado y la Iglesia, buscando establecer las condiciones sociales, jurídicas y políticas ideales para que se desarrolle la libertad de pensamiento y el derecho individual a escoger la opción de vida y de creencia que se prefiera, en tanto no dañe a otras personas; cada vez más gente se opone a toda interferencia religiosa que implique monopolio ideológico, manipulación, engaño o fanatismo. Otros simpatizan con el laicismo porque rechaza cualquier imposición basada en la biblia o en una supuesta revelación divina, al no aceptar argumentos que no puedan demostrarse científicamente. Ante la locura de creer sin pruebas, sea a un líder o a un libro sagrado, me uno al  laicismo cuando dice que la duda y la experimentación ofrecen una alternativa más cuerda que la fe ciega, porque honran al intelecto al permitirse usar la racionalidad, atributo que nos distingue de los demás animales.

Es evidente que tanto la fe como la razón responden a necesidades básicas del ser humano, y por eso éste, ante lo divino, puede mostrarse creyente, científico, ateo, agnóstico, dudoso o indiferente. Ambas, fe y razón, valoran la utilidad de algunos preceptos que fueron impuestos como conceptos lógicos de supervivencia o de convivencia, como honrar a los padres o no matar ni robar. Pero difieren en cuanto a aceptar ciertas pautas creadas en su época para dar poder a sectores concretos dentro de la sociedad, como es el caso de las religiones organizadas, que hasta el día de hoy no pagan impuestos, obtienen concesiones gratis de sedes o terrenos, viven de hacer exitosas inversiones con el diezmo y las donaciones que perciben, recomiendan solidaridad ante desastres naturales sin enviar ni un dólar para ayudar a las víctimas, y cobran por los servicios que prestan a sus adeptos y beneficiados, sea prender una vela en la iglesia por la salud de un vivo, o encargarle misas de difuntos por la salud de su alma.

Lo que obstaculiza la propagación del laicismo y el derrumbe de las religiones es simple: para poder existir, toda sociedad necesita de factores que unan a la gente, y por eso apoya la fe religiosa, experta en formar y mantener congregaciones. Por ese mismo motivo (crear grandes grupos e intereses sobre los cuales sostenerse), la sociedad desarrolla la industria que maneja a las masas a través de la tecnología, la cultura, el placer, el divertimento o la moda, propicia las guerras, exalta el patriotismo o favorece el seguimiento de una figura artística, deportiva o política. ¿Acaso en Venezuela no tenemos ya un culto formal, donde un líder político es adorado por sus seguidores como si fuese el Gran Sacerdote o el Salvador de la Patria?

Así como los líderes de la sociedad y de la religión se defienden y apoyan mutuamente, para seguir prosperando a costa de la misma gente que usan, yo también defiendo mi punto de vista, que es el siguiente: todo aquello que genere superstición, creencia ciega, fanatismo, manipulación, injusticia, discriminación, violencia, o que obstaculice la evolución y el bienestar individual y colectivo, es condenable y merece desaparecer, no importa que venga de una voluntad divina o humana. Entiendo por qué el laicismo se opone a que ciertas creencias sean difundidas en escuelas y universidades, o apoyadas por leyes civiles y presiones sociales: nadie puede negar el conflicto que sufre un niño al que sus padres o educadores enseñan que Dios creó al Mundo y al Hombre en siete días, y que simultáneamente oye sobre investigaciones científicas para descubrir el origen del Universo, o se entera de fósiles y restos de civilizaciones que prueban la evolución humana y animal. También entiendo el problema del creyente que aprendió que hay un Dios bueno y todopoderoso, mientras vive su día a día en un mundo donde el mal abunda, sin que la divinidad haga nada. Mucho sufrimiento viene del hombre mismo y no de la Naturaleza, es verdad, pero ¿acaso el Creador no es responsable por lo que su obra termine siendo o haciendo?  En muchos casos, el silencio de esa divinidad ausente, invisible, indiferente o inexistente, lleva al creyente a dejar de creer; y las religiones que la adoran también son, debido a sus incongruencias humanas, grandes fábricas de ateos o abundan en seguidores y representantes no practicantes de la doctrina que dicen seguir.

Más allá del campo religioso, yo veo al laicismo, y al agnosticismo que practico, como opciones que defienden el derecho de cada persona para escoger, sin presiones externas, lo que se ajusta mejor a su bienestar interno y a su funcionalidad social. La Iglesia tiene su propio espacio y el Estado el suyo, pero ninguno de esos espacios debe ser más importante que el destinado a la libertad de pensamiento y de decisión del individuo, a la hora de elegir el camino que le permita relacionarse o no consigo mismo, con la divinidad, con el más allá o con el otro. Por eso apoyo la emancipación de la sociedad respecto a toda formación religiosa obligatoria, sobre todo cuando la persona es débil, ignorante o demasiado joven, incapaz de escoger y decidir por sí misma. Y también respeto el derecho del creyente o del religioso a serlo, en tanto no imponga sus creencias a los demás.

El comportamiento religioso se da por las mismas razones que un desfile militar o un evento cultural o político: porque alimenta el sentido de identificación y de pertenencia de sus adeptos, lo cual conviene a la sociedad para mantener unidos a sus integrantes. La religión es un instrumento útil a la hora de gestar sociedad, creando una conducta colectiva apoyada sobre una fe común, porque siempre pasa por lo social antes de trascender a lo espiritual. Como dice Castoriadis (1983): “no podemos, pese a los obstinados intentos de la razón moderna, desembarazarnos del mito y de la religión. Estamos inmersos en ellos, porque, en ambos casos, fundan comunidad, siendo las significaciones centrales de toda sociedad”. Pero, si bien la religión sostiene el modelo social que conocemos, también podemos pensar en un modelo distinto y más funcional de sociedad, creado desde la óptica laicista. Un modelo sin las creencias tradicionales basadas en la manipulación del miedo, el egoísmo, la culpa, la ignorancia, la estupidez y la flojera mental, causantes de tanto daño individual y colectivo.

Cada vez se polariza más el mundo, según la gente toma partido por el amor o el no-amor. Cada quien es el protagonista de su vida, y puede elegir dejar una huella positiva a su paso, o malgastar su existencia contribuyendo a que crezca el miedo sobre las generaciones futuras. En cualquiera de los dos casos, encuentro cierta lógica en suponer que la energía vital de cada persona no acaba con su muerte física, ya que ninguna energía se destruye, y que tendrá que acarrear con las consecuencias de su elección actual de vida, sea volviendo a nacer en este planeta (si la reencarnación existe, cosa que no puedo asegurar), o sea en otro nivel de existencia (algo que sí intuyo como posible y hasta necesario, por razones de aprendizaje, de justicia y de evolución). Que cada quien elija en qué creer, en relación a su vida pasada, presente y futura. Lo que sí está fuera de discusión es que nuestro mundo ha llegado a un punto de crisis histórica que afecta a todas las naciones, creencias y sistemas. Y que en medio de tanta oscuridad, debida en parte a la manipulación religiosa, hay algo que está claro: si la humanidad ha de tener un futuro, no será repitiendo el pasado o el presente. Y las creencias tradicionales tienen, como cualquier otro producto hecho por el hombre, fecha de caducidad.
Escrito por: Gustavo Löbig

viernes, 5 de octubre de 2012

De dioses y otros seres alienígenas


¿Estamos solos en el universo? Ésta es la pregunta que muchos de nosotros nos hemos hecho alguna vez. En nuestro interior se siente una extraña sensación de miedo, disfrazada de morbosa fascinación, al imaginar que pueda existir vida inteligente fuera de nuestra esfera terrestre. ¿Cómo serían esos seres?, ¿qué aspecto tendrían?; y sobre todo, ¿cómo sería su reacción al descubrirnos a nosotros? Ante estas interrogantes se abre una gama de posibilidades donde la ciencia y la religión han fijado posición, mientras que los puntos discordantes de estos extremos caen frecuentemente en el campo de la superstición. ¿Qué pasaría con la figura de dios si se descubre vida inteligente en otros planetas?, ¿sería “nuestro” dios el mismo creador de esas criaturas interestelares? En todo caso, vale la pena repasar brevemente lo que mantienen ambas posiciones sobre este tema tantas veces debatido por filósofos, teístas y no creyentes.
 
La comunidad científica mantiene una postura reservada sobre el tema, ya que aún no se cuenta con evidencia conclusiva sobre vida en otros planetas. Hasta ahora lo único que se tiene es una pequeña muestra de la superficie de Marte con lo que parecen ser microorganismos fosilizados. Algunos astrónomos e investigadores sostienen que la vida extraterrestre es factible debido a que nuestra galaxia es apenas una entre billones en el universo; y si todo proviene de un mismo evento (el Big Bang), entonces existe la probabilidad de que otras formas de vida a años luz de la nuestra se hayan podido desarrollar bajo distintas condiciones cósmicas. El proyecto SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), que en un inicio fue patrocinado por la NASA, tiene como misión el rastreo de los cielos con el fin de encontrar vida extraterrestre inteligente; hasta ahora sin resultados positivos. 
 
Por otra parte, las religiones más importantes muestran serias contradicciones respecto al tema. Por ejemplo, la musulmana contempla en uno de los pasajes del Corán: “Y entre sus señales está la creación de los cielos y la Tierra y las criaturas vivas que Él ha esparcido a través de ellos”; con esto se “defiende” ante una eventual aparición de vida inteligente extraterrestre, pero no dice cómo deberían actuar sus seguidores si la Tierra fuese objeto de colonización o ataques por parte de esos entes creados por el mismo dios, ¿con qué intención Alá esparciría la vida en el cosmos para luego ver como se destruyen entre ellos? Igual pasaría con los judíos, ¿aceptarían a un mesías con una morfología de reptil aunque porte Kipá? Los hindúes y budistas parecieran tener una posición algo más flexible debido a sus particulares preceptos sobre dios y el cosmos; sin embargo, sería interesante conocer su nivel de apertura si recibiéramos la visita de un alien con aspecto similar al de una iguana caminando en dos patas, descendiendo de una nave interestelar y proclamando ser el representante de dios en el universo. Los cristianos la tienen algo difícil, ya que ellos sostienen que Jesús fue el único hijo de dios, hecho a su imagen y semejanza, lo cual le confiere a la humanidad una condición de predilección frente a cualquier otro ser viviente y con inteligencia en el universo; ante esa aseveración considero que el cristianismo quedaría muy mal parado si descubriéramos seres con inteligencia superior a la nuestra, ¿qué sentido tendría que dios escogiera a la raza humana como favorita desdeñando a otras más avanzadas en todos los sentidos? Por su parte, los católicos argumentan que en los documentos del Concilio Vaticano II (Lumen Gentium), la iglesia abrió una muy pequeña posibilidad: que cuando se habla de la salvación en Jesucristo, no se remite únicamente a la vida en la Tierra, sino a la posibilidad de vida en cualquier parte del universo, lo cual indica que la iglesia “nunca ha descartado que sea posible la vida (humanoide) en el resto del universo”; en otras palabras, según el catolicismo no existe contradicción puesto que dios creó el universo entero. Ésta es la posición oficial de la iglesia, pero obviamente también se cae por sí sola si aparecieran seres no humanoides con inteligencia superior (por cierto que aquí se aprecia una cierta arrogancia al intentar colocar al hombre como el centro del universo y hecho a semejanza de un único creador). Para los católicos también cabría el siguiente planteamiento: sabiendo que ese dios envió a su mesías hace 2000 años a la Tierra y suponiendo que existiese vida inteligente en algún lugar del espacio sideral, ¿habría hecho lo mismo en otros planetas?, es decir, ¿enviaría al mismo u otros mesías a esos recónditos lugares del universo?, ¿dónde quedaría nuestra exclusividad como raza humana privilegiada en la Tierra?, ¿quiere decir entonces que la figura de dios es necesariamente humanoide?
 
Más allá de estos hipotéticos escenarios sobre acontecimientos que quizá nunca sucedan se encuentran los eventos que ciertamente encajan dentro de la índole especulativa y supersticiosa. Así pues, están los cientos de avistamientos de objetos voladores no identificados surcando los cielos terrestres; inclusive se especula que ya hemos sido visitados por criaturas con tecnología de avanzada para la época capaz de mover grandes rocas por el desierto egipcio para construir las pirámides; o pinturas rupestres con lo que parecen ser extrañas naves sobre el cielo paleolítico; o las famosas líneas de Nazca en Perú que sólo pueden ser apreciadas desde el aire como si con ellas se quisiera transmitir algún tipo de mensaje a visitantes de otros mundos; el sonado caso Roswell que se presume cuenta con evidencias de restos de un OVNI con todo y tripulantes. Algunos hasta aseguran haber sido víctimas de abducciones a naves espaciales donde se les han realizado experimentos e implantado chips; imposible dejar de nombrar a los reptilianos (reptiles humanoides) que supuestamente se originaron como la evolución de una raza inteligente en nuestro planeta simultáneamente con la humanidad pero de origen extraterrestre y que actualmente conviven con nosotros. Obviamente, ninguna de estas especulaciones ha podido ser demostrada científicamente, por lo que no constituyen evidencias probatorias de vida extraterrestre.
 
Lo que sí se puede concluir es que la posible aparición de seres inteligentes no humanos provenientes del inmenso espectro astral sería algo realmente aniquilador para las religiones. Absolutamente todas tendrían que reacomodar, como lo han hecho en el pasado, sus pasajes bíblicos forzando los mismos para darles nuevas interpretaciones que contemplen tales eventos: “en verdad dios quiso decir que (…)”. Una vez más la Biblia y demás libros sagrados quedarían relegados al lugar que les corresponde dentro del mundo de la fantasía creada por el hombre de la antigüedad. Pero imaginemos por un momento que realmente existe un único creador del universo, un dios superpoderoso que esparció la semilla de la vida en varios planetas; supongamos además que al igual que lo hizo en la Tierra transmitió su “palabra” a esos seres extraterrestres de la misma manera. A su vez, conociendo que la evolución de las especies depende de las condiciones del medio ambiente, entonces en algún planeta del vasto universo, quizá a millones de años luz, se repetiría la historia de un tal ‘Adán’ alienígena de piel escamosa color verde brillante, con tres grandes ojos y largos tentáculos como brazos; en un ‘Edén’ con dos imponentes lunas y lagos de mercurio líquido que proyectan su reflejo en frondosos árboles con hojas semejantes a paneles solares; donde habita una ‘serpiente’ con seis patas ponzoñosas que habla un extraño dialecto extraterrestre y tienta con una resplandeciente ‘manzana’ que como kriptonita seduce a una tal ‘Eva’ alienígena -quien salió de la costilla del verde Adán- que luce una larga cabellera de gruesas hebras metalizadas y sensuales pestañas en su tercer ojo del mismo material ferroso; ésta sucumbe ante la tentación de la fruta fosforescente propinando un placentero mordisco con sus filosos colmillos de plutonio esparciendo con su atrevimiento el ‘pecado original’ en todo aquel entorno cósmico.
 
Finalmente, si para el catolicismo somos “imagen y semejanza de dios”, lo cual le concede un aspecto humanoide a ese creador, ¿será entonces que existen muchos dioses con distintos aspectos comandando los destinos en otras galaxias?, ¿será que sólo hay un dios pero muy distinto al que nos han pintado las religiones?, ¿será que no existe ningún dios y que toda forma de vida en el universo es producto de un azaroso accidente químico-cósmico? Al fin y al cabo tanto dios como alienígenas inteligentes seguirán siendo un gran misterio hasta que existan pruebas contundentes de su existencia, y esa incuestionable verdad sólo aumenta mi evidente agnosticismo.
 
Escrito por: Rafael Baralt

jueves, 30 de agosto de 2012

¿Dos mil años de farsa?


A pesar de la poderosa realidad  económica y política de una iglesia que no fue fundada por Jesucristo, tan apegado según los evangelios a las tradiciones judías, existen dudas acerca de su existencia como personaje histórico. Eso viene de que su ministerio público se sitúa en un lugar culturalmente atrasado y de segundo orden dentro del  Imperio Romano, donde no quedó registro de su vida ni de su muerte, pero que abundó en  profetas, mesías, rebeldes y crucifixiones. Es un hecho que si Constantino no hubiese escogido la fe del cristianismo primitivo entre varias posibilidades, para unir y controlar mejor a las variadas poblaciones bajo su dominio, otra sería la historia del mundo. Plinio el Menor y Luciano de Samosata citan a la secta de los cristianos, que vivían de acuerdo a las leyes de un tal Jesús y se caracterizaban por creerse inmortales y despreciar los bienes materiales. Reposa en el Museo Británico la carta de cierto Mara-Bar a su hijo, escrita más de 70 años D.C., donde habla de un Jesús Rey de Israel, que siguió viviendo en las enseñanzas de sus seguidores. Y hay muy poco más que sirva de base histórica a la existencia de Jesucristo. La evidencia más sólida se basa en la cantidad de mártires que murieron por su fe, pues es sabido que nadie daría su vida por una mentira. Pero también se sabe que la manipulación de la inocencia y de la ignorancia crea mártires de la fe, sean judíos, cristianos o musulmanes. La tradición y el poder de la iglesia han legitimado la existencia de Jesús Hijo de Dios durante dos mil años. Pero hay quienes apoyan la tesis de que Jesucristo no existió, señalando que su nombre aparece registrado por primera vez casi un siglo después de su supuesto nacimiento, debido a las persecuciones de la secta cristiana. Ni Filón, ni Plutarco, ni Séneca hablan de él o de sus apóstoles, que sólo viven en documentos eclesiásticos. Los únicos autores antiguos profanos que han hablado brevemente de Cristo, bastante después del Año Uno, fueron Josefo y Tácito, muchas de cuyas líneas han sido falsificadas; y Suetonio y Plinio, que entran en pugna sobre el tema. Ninguno de los personajes  que debieron tener tratos con Jesús, como Pilatos, Hanán, Caifás, etc, dejó rastro en su historia de estas relaciones. Los únicos testimonios que tratan abundantemente sobre la vida y obra de Jesucristo son los evangelios, que datan de los siglos III y IV D.C. y no son prueba firme de la existencia de Jesús, por estar plagados de diferencias y omisiones y haber pasado por infinidad de traducciones, censuras, filtros y adaptaciones, lo que descarta el que puedan ser aceptados literalmente. También cabe recordar que varios personajes míticos similares a Jesús lo han precedido históricamente en otras culturas: Vishnú, Krishna, Buda, Mitra, Horus, Baco; y que algunos generaron ritos y creencias adoptados por los primeros judeocristianos, ansiosos de contar con una identidad propia y ganar prosélitos  entre los seguidores de esos otros cultos. Finalmente, todo escrito, como todo arte, es hijo de su época, y el contexto cristiano primitivo dista mucho más de dos mil años de nuestra realidad presente.

Pero el punto no es si Jesucristo vivió y murió, o si su cuerpo resucitado vive en algún lugar del Universo, ya que hoy en día evidentemente no existe fuera del creyente y de la iglesia que lo usa como emblema para validarse a sí misma. El punto es que su legado no extirpó la raíz del mal en la Humanidad, sino que fue utilizado por la adicción al poder para añadirle más sangre a la historia, aunque indiscutiblemente también abrió una senda de amor que ha servido para que los depredadores del prójimo, así como sus víctimas, pudieran ver otras opciones de vida y de conducta fuera del mal y el sufrimiento. Está fuera de discusión la incongruencia entre la rica y poderosa iglesia católica y el meollo del mensaje cristiano, ajeno a todo boato y poder temporal. También es claro que la mayoría de los creyentes son no-practicantes, nacidos de la costumbre, el aprendizaje o la conveniencia pero poco dados a seguir el ejemplo de Jesús. Y es lógico que sea así, pues ¿quién puede imitar a Supermán? Porque de esa manera podría llamarse también al Hijo de Dios, nacido perfecto y sobrehumano en comparación a cualquier hijo de una no virgen. Yendo más allá, cabe preguntarse: ¿fue Jesús, aparte de predicador del amor y el perdón, un hombre de moral amplia, inclinado a frecuentar fariseos y prostitutas por sentirse aburrido del bajo nivel cultural de sus toscos y sencillos apóstoles? ¿Perdería credibilidad de haber sido hermano de Santiago, o hijo carnal de José o de un soldado romano, como sostienen algunos? ¿Seguiría siendo aceptable su discurso, si hubiese tenido sexo o hijos con María Magdalena? ¿O si hubiese sido amante de Juan el discípulo amado? ¿No son éstas algunas posibilidades muy humanas, propias del llamado Hijo del Hombre, ya que las mismas no invalidan su mensaje de amor y de solidaridad, excepto para las mentes inferiores, siempre hipócritas, cerradas o mezquinas? ¿Hay que ser el Hijo único de Dios para resultar creíble? Entonces, ninguno de nosotros puede expresar la verdad. Es un alivio para mí poder verter aquí, ya adulto, estas inquietudes, porque cuando tenía ocho años, durante mi preparación para hacer la Primera Comunión, pregunté al cura si Jesús también tenía pipí y hacía pupú, lo que me valió un fuerte coscorrón, la fama de estar poseído, y todo un mes asustado y durmiendo mal, esperando al diablo y sin derecho a confesión ni comunión. Creo que así nació mi temprano agnosticismo, probándose lo de “no hay mal que por bien no venga”.

En los evangelios cristianos la sexualidad de Jesús grita alto precisamente porque jamás se la menciona, pero algunos hechos referidos en esos textos dan a pensar que pudo ser homosexual, mientras otros muestran que siempre actuó como un líder absolutamente masculino, consciente de su atractivo carisma sobre las multitudes. Alejandro Magno usó estratégicamente su apostura y su homosexualidad haciendo marketing político, lo que le valió conquistar el mundo conocido en su época. El poder material, político y social de la iglesia católica viene de su dominio del marketing religioso, que también la ha llevado a dominar gran parte del mundo durante siglos, y que sólo le ha fallado ocasionalmente en tiempos modernos, como cuando se revela homofóbica, o es contraria al sexo fuera del matrimonio, o prohíbe el uso del condón, sin olvidar los escándalos sexuales entre sus representantes y seguidores, lo que evidencia su debilidad en el manejo del tema sexo-pecado-culpa. Pero hay que aceptar que la iglesia es lo que es. Más que las incongruencias de esa institución típicamente humana, importan las que logramos reconocer internamente cada uno de nosotros, porque en la medida que las hacemos conscientes, podemos superarlas y ganar en autenticidad. Por eso concluyo invitándote a conocerte más, abriendo tu mente y reflexionando sobre estos supuestos: ¿rechazarías a Jesucristo y a su mensaje en caso de haber sido gay, o pareja sexual de María de Magdala o de otra mujer, o porque su madre no fue virgen antes o después de traerlo al mundo? Abundan quienes están tan acostumbrados a un Jesús asexual que asocian esta alternativa con bondad, pureza o santidad, y se esfuerzan por imitarla, aunque en otras instancias de la vida procedan de manera netamente injusta o dañina hacia sí o hacia otros. De tales prejuicios nacen muchas discriminaciones, ataques y neurosis, juicios de valor, culpa, injusticias, máscaras hipócritas e incluso fanatismo. Sincerar este punto aunque suponga irreverencia, es apoyar el propósito cristiano de servir al prójimo y también el de este blog, apto para librepensadores y abierto a todo comentario o aporte constructivo.

Escrito por: Gustavo Löbig

lunes, 23 de julio de 2012

Astrología: Pseudociencia al alcance de Incautos

“Conseguirás el empleo por el que has estado esperando. Prepárate para hacer un viaje lejano a tierras míticas. Te reencontrarás con un viejo amor que reavivará la llama que una vez estuvo encendida. Haz terapia para que sanes heridas del pasado. Ten cuidado al caminar, evita esguinces y fracturas. Activa tu riqueza, báñate con esencias de mandarina y miel.”

¿Quienes no han leído alguna vez, así sea por curiosidad, lo que dice el horóscopo de la semana? Confieso que a veces lo hago, sobre todo el de la semana anterior para reírme un poco de las ocurrencias de algunos astrólogos. El texto inicial fue extraído de una conocida revista dominical en la sección de horóscopo respecto a mi signo ¿y saben que?, absolutamente nada se dio, como era de suponerse. Lo que me cuesta entender es que haya gente, en realidad miles en el mundo, que se dejan seducir por estas predicciones y planifican su vida en base a ello.

Pero, ¿cómo comenzó esta euforia colectiva que ha hecho de la astrología un gran negocio en la actualidad? Todo se remonta a Babilonia, hace unos 4000 años, cuando el hombre estudiaba a través de la observación la evolución de los astros en el tiempo, a la vez que identificaba la concurrencia de ciertos eventos en la tierra. Así fue como nació la astrología que se define como: “Estudio de la posición y del movimiento de los astros, a través de cuya interpretación y observación se pretende conocer y predecir el destino de los hombres y pronosticar los sucesos terrestres”, según la RAE. Estos antiguos observadores del universo dividieron en doce partes iguales la banda celeste formada por las trayectorias del Sol, la Luna, y los planetas; y que avanza un sector por cada mes del año. A cada una de estas divisiones, mejor conocidas como constelaciones, le dieron un nombre formando así el zodíaco con los signos que conocemos hoy en día. Por cierto que los nombres que le dieron a esos signos, en su mayoría de animales, tenían relación con la forma que resultaba de la trayectoria de esos astros vistos desde la tierra. Me pregunto si hoy en día, sabiendo que no sólo existen doce constelaciones y que las posiciones que adoptaron esos astros hace miles de años son diferentes, aunado a que se han descubierto nuevos planetas; podríamos entonces ver formas más actuales en la trayectoria planetaria y modernizar los signos para que tengan símbolos más interesantes como de: Pokemon, Fuwa (mascota de los Juegos Olímpicos 2008), oveja Dolly, Nemo, tortuga ninja o inclusive de perro salchicha. En fin, hasta ese momento no pasaba de ser un hecho interesante las formaciones que se producían, lo cual dio pie a que avanzara la astronomía como la ciencia que es hoy en día. La problemática surgió cuando el hombre encontró supuestas relaciones entre esas posiciones astrales, el momento del nacimiento de las personas, y su personalidad; dando origen al bien conocido horóscopo, ya sea el chino, occidental o cualquier otro. Éste pretende predecir el futuro basándose en la posición relativa de los astros y de los signos del zodiaco en un momento dado. Este giro especulativo hizo que la astronomía se desligara de la astrología considerando a la segunda una pseudociencia por no cumplir con los pasos del método científico.

Ahora bien, ¿Cómo puede uno o varios astros situados a miles de años luz afectar o influenciar en la personalidad o carácter de una persona al momento de su nacimiento? Más allá de las mareas y los cambios climáticos a consecuencia del sol y la luna en el planeta tierra, ¿qué tiene ello que ver con el momento del parto y el futuro del bebé? En todo caso, la energía en forma de ondas que ejercen los planetas como Urano o Júpiter son despreciables comparados con las ondas electromagnéticas producidas por los equipos celulares en una sala de parto. Más ilógico aún es pretender que de esa alineación de los planetas al momento del alumbramiento se tiene ya un destino trazado en este plano terrenal, es decir, los astros indican como será el futuro de cualquier persona. En mi horóscopo moderno, ¿cómo sería mi personalidad, y que me depararía el futuro si mi signo fuera ‘perro salchicha’ con ascendente ‘oveja Dolly’? Quizá esa carta astral mostraría que mi vida será larga (como el perro) y que seré famoso (así como Dolly). Este tipo de asociaciones son iguales en el horóscopo actual: “Si eres Leo seguro serás un gran líder”.

A ver, supongamos que se encuentre una forma de medir el grado de energía o la fuerza que incide en el planeta tierra proveniente de otros planetas alineados, aún así, ¿cómo se explica entonces que existan gemelos idénticos nacidos en el mismo momento y criados de la misma forma pero que llevan una vida y personalidad muy distinta el uno del otro? Si este hecho irrefutable lo extrapolamos a la población mundial ¿cómo es que personas nacidas a la misma hora, día y lugar no tengan la misma personalidad o un futuro similar? De ser así, todas las personas que nacieron en EEUU el mismo día y hora que Madonna o Bill Gates deberían ser igual de exitosos y afortunados que ellos (por poner un ejemplo). Otro aspecto absurdo que sostienen los astrólogos es que esa influencia astral actúa sólo en el momento del parto pero, ¿que del momento en que fue concebido el ser? Le encuentro más sentido a que una tarde calurosa en la playa, influenciada por el sol radiante y unos tragos, haya motivado una relación sexual intensa, allí sí le concedo al astro rey todo su poder; o la luna que con su encanto ayude en la tarea de seducir al amante deviniendo en una fogosa noche de placer. Sin embargo, esa influencia, que es más psicológica que física, queda descartada de plano por los defensores de la astrología.

Obviamente no podía faltar la posición condenatoria de la iglesia católica ante la astrología y sus derivados. De hecho, el Vaticano se pronunció a través de su magisterio indicando: “Todas las formas de adivinación deben rechazarse: (…) la consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios (…), están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios”. Dicho en otras palabras, si eres católico y practicas la astrología, es decir, actúas según los designios del horóscopo de acuerdo a tu signo o carta astral estarías cometiendo un grave “pecado”, el peor de todos, que es la traición a dios (nada más y nada menos). Quisiera saber cuantos católicos saben esto y se jactan de decir: “soy católico, apostólico y romano” y además “soy signo Géminis”. He aquí otra demostración de la hipocresía de algunos creyentes, quienes creen escudarse con aquello de que “soy católico no practicante”. Por favor, o son católicos con todos sus preceptos dogmáticos incluidos o no lo son, les guste o no. Aquí es blanco o negro, aunque recurran a los grises para defenderse.



Desde tiempos inmemoriales el hombre ha sido supersticioso, y junto a su deseo de conocer su destino y porvenir (supuestamente fijado por los astros al nacer) se ha creado una fórmula infalible para que la mayoría de los astrólogos, horoscoperos y hasta licenciados en ciencias ocultas hagan el negocio del siglo. Hay que reconocer que estos individuos han logrado calar muy hábilmente en una población ávida de oír que recibirá un premio, que conocerá al amor de su vida o que su fortuna está por llegar. Hoy en día se les ve por televisión, tienen programas de radio o escriben en revistas y diarios. Pero si la consulta es personalizada pueden llegar a cobrar altas sumas de dinero para emitir una carta astral (hecha por una computadora) donde se muestra el futuro “con pelos y señales”. Pero lo más absurdo de toda esta situación es que, aunque existen infinidad de pruebas que dejan a estos adivinadores muy mal parados (por cierto, ¿que será de la vida del famoso astrólogo que vaticinó la muerte de Hugo Chávez en el 2011?), aún son miles los seguidores del horóscopo. La estupidez humana puede llegar a extremos de dejar de tratar a otras personas o escoger pareja según su signo, que si no son compatibles, o que si los astros no estaban bien aspectados al momento de conocer a alguien. Quien sabe cuantas buenas relaciones humanas no se habrán concretado, y cuantos amores se habrán visto interrumpidos o frustrados por semejante ridiculez.

Finalmente, si eres de los que leen el horóscopo sólo por diversión pues que viva el humor, eso no le hace daño a nadie; pero si eres de los que planifican su vida en base a lo que dice el horóscopo del día, lo que dice el astrólogo por TV, la carta astral o que simplemente te sientes identificado con las características de tu signo particular; estarías formado parte del grupo de incautos que alimentan ese gran emporio mercantilista. Por cierto, aún nadie ha logrado ganar el premio del millón de dólares que ofrece James Randi a cualquiera que demuestre fehacientemente con evidencias cualquier poder o suceso paranormal, supernatural u oculto bajo ciertos criterios de observación, incluyendo el tipo de eventos como los que se ocupa la astrología. No obstante, muchos astrólogos han logrado amasar una buena fortuna aprovechándose de la credulidad de muchas personas que se dejan llevar por la superstición ¿Eres uno de ellos?.


Escrito por: Rafael Baralt

martes, 26 de junio de 2012

¿Pena de muerte o asesinato legal?


La pena capital, o pena de muerte, consiste en que el Estado decide la muerte de un condenado, como castigo por haber cometido un delito definido legalmente como de gravedad máxima. Es la sanción más severa y antigua de la historia. En el Imperio Romano, cuna del Código Legal Moderno, el primer delito castigado con la pena de muerte fue el de traición a la patria. El método de quitar la vida al condenado ha variado con el tiempo y el país, pero hasta hace un par de siglos buscaba infligirle el mayor sufrimiento posible, para que la pena fuese retributiva al daño ocasionado por el delito. En América, la pena capital ha sido aplicada por todos los países en algún momento de su historia. Para 1899 sólo Costa Rica, San Marino y Venezuela habían abolido de forma permanente la pena de muerte para todo tipo de delitos. Con los años se les han sumado otros países, y muchos que sí la contemplan legalmente no la ejercen o la aplican de manera selectiva. Al presente en América Latina y el Caribe, la pena máxima sigue teniendo vigencia legal en Bahamas, Cuba, Guyana, Jamaica, Trinidad y Tobago y algunas Antillas Menores. En los últimos años, una media mundial de dos países al año elimina la pena de muerte de su legislación.  China encabeza la lista de países con más ajusticiados, asumo que por su cantidad de habitantes más que por destacar en rigor  justiciero o en maldad ciudadana.

La autocracia siempre tuvo la potestad de quitar la vida a un súbdito, sobre todo si el regente contaba con el derecho divino otorgado por la iglesia católica. Esta rechazó la pena de muerte desde el siglo I hasta el siglo XI, cuando también comenzó a utilizarla -junto con la tortura- contra los enemigos de su fe. El poder eclesial para privar de la vida a sus condenados fue mermando junto con el oscurantismo, conforme aumentaba la secularización y los creyentes pasaban a una relación más personal con la divinidad y con su voluntad. Sólo al llegar el siglo XVIII la Humanidad comienza a cuestionarse la verdadera utilidad de la pena de muerte para la sociedad. Al presente, continúa el debate entre los que están a favor y los que se oponen a que la pena capital se aplique en algunos o en todos los casos de delito mayor. El Principio de Legalidad establece que la pena capital solamente puede hacerse efectiva si está incluida dentro de la ley para ese caso en particular, si el condenado goza de salud mental, y si no hay otra manera de explicar el delito del que se le acusa. Según el país, sus leyes y creencias, la pena de muerte se usa para castigar crímenes de asesinato, espionaje, traición, desobediencia militar o civil, apostasía, delitos sexuales como el adulterio y la sodomía, corrupción grave o el comercio ilegal de personas, entre otros casos. Generalmente el punto de vista del Gobierno respecto a aplicar o no la máxima pena a un condenado -si el caso está contemplado dentro de la ley-  encuentra poca oposición local por parte de los políticos y de los medios de comunicación, y mucha aceptación popular, movida por el deleite morboso que también la empuja a leer las crónicas de accidentes y desgracias, o a presenciar las peleas de animales, el boxeo, las películas de desastres o las corridas de toros. El mismo pueblo que tiende a pensar desde su ingenua ignorancia que todo condenado a muerte es malo, a pesar de que conoce innumerables casos de personas libres y hasta honradas socialmente, que merecen más el calificativo.

Los que están a favor de aplicar la pena de muerte se apoyan en argumentos que tienen que ver con la razón de justicia; la utilidad social; el ejercicio de legítima defensa por parte de la sociedad; el poder extinguir al delincuente irredimible y castigar su memoria con la infamia; el temor a la fuga o a la reincidencia; la prevención y disuasión del delito; el conocido fracaso de las cárceles para reeducar al delincuente y volver a insertarlo en la sociedad; y un menor costo procedimental para el Estado. Los que  adversan la aplicación de la pena máxima también mencionan varias razones para apoyar su punto de vista: el derecho inalienable a la vida; la discriminación al condenar (los tribunales seleccionan esta pena por razones de poder estatal o económico, por intereses privados o por motivos raciales); la condena a muerte genera una espiral de violencia en lugar de prevenir el delito; el acusado con pocos recursos generalmente no cuenta con una buena defensa en el juicio; la pena de muerte contribuye a un mundo brutal donde tanto los delincuentes como los defensores de la ley tienen potestad para quitar la vida; si la muerte es debida a un juicio previo, el homicidio oficial es más cruel, premeditado y prolongado que el delito que pretende castigar; el condenado que espera ser ejecutado sufre un dolor psíquico superior al daño físico mortal, pues sabe que ya no cuenta como persona; existe la irreparabilidad del error judicial si se condena a un inocente, y si se le libera sufre daños a veces permanentes a consecuencia del trauma; está también el punto de los elevados costos judiciales y procesales asociados con una condena a muerte. Ambas partes esgrimen otros argumentos a favor de su respectiva posición, según el caso en particular, pero éstos son los que emplean con más frecuencia.

Yo nunca he participado en un juicio con posibilidad de pena capital, así que solo puedo elucubrar acerca de qué me haría favorecer la condena a muerte de otra persona. Estoy claro que, en ningún caso, la apoyaría buscando castigar un crimen contra el Estado ni por defender territorialidad, bienes materiales, ideología o creencia religiosa alguna. Tal vez me empujaría al asesinato el instinto de supervivencia. De poder vengar legalmente el daño grave o el asesinato de un ser querido, considero que el autor del hecho penaría más con una estancia prolongada en una cárcel, que por recibir una inyección letal. Definitivamente, aunque jamás he idealizado la existencia humana como un don u oportunidad (y si existe la posibilidad de renacer voluntariamente en este mundo, no me planteo volver a visitarlo), mientras esté aquí de paso defenderé el derecho a la vida de todo ser –humano o no- un derecho que para mí no pierde ni siquiera el asesino de su semejante y del que sólo puede disponer su portador. Adicionalmente, la corrupción y medianía que campean entre los defensores de la justicia (políticos, religiosos, jueces, gobernantes, policías, militares, abogados) me impiden confiarles la tarea de decidir si aplica o no una condena a muerte. Por otra parte, hay crímenes ecológicos que superan en daño social el crimen de uno o más individuos, y otras situaciones como el asesinato en serie que relativiza de alguna manera el aplicar la pena de muerte al homicida de una sola persona, si la base que la legitima es la cantidad y gravedad del daño causado. Según esto, ¿quién puede arrogarse el rol legal de ejecutor o asesino de otro sino un enfermo, sea que lo esté por insania mental, por resentimiento, por aprendizajes fallidos, por historia personal de maltrato y delincuencia, por ideologías religiosas o políticas, por propia conveniencia egoísta, por obediencia ciega y estúpida a la autoridad, por detentar el poder legal de hacerlo o por la razón que sea? Definitivamente, estoy en contra de la pena de muerte, y sería interesante saber qué opinan los lectores y comentaristas del blog sobre este tema.

Escrito por:  Gustavo Lobig

miércoles, 30 de mayo de 2012

La paradoja de la Clonación Humana

Hace poco leí en una revista que todos tenemos un clon en alguna parte del mundo. Obviamente ese “clon” no es tal, sino otra persona muy parecida físicamente a cada uno de nosotros, tanto así que parecemos dos gotas de agua. La razón es netamente probabilística dada la población mundial. Para quienes no tenemos hermanos gemelos idénticos eso sería una gran novedad, el que vayas caminando un día por la calle y de súbito te encuentres con alguien con características físicas sorprendentemente similares a las tuyas. A mí nunca me ha sucedido, y estoy seguro que a muchos de Uds. tampoco; por lo que pongo en el cesto de los mitos esa idea. Aún así, me he preguntado ¿cómo sería mi reacción si me lo encontrara repentinamente de frente? Hay una extraña fascinación en ello que algún día descubriré, aunque pienso que tiene mucho que ver con algo de vanidad.


Hablar de clonación abarca distintos ámbitos, pero antes es importante recordar su definición. “Clonación: hacer clones; Clon: conjunto de células u organismos genéticamente idénticos, originado por reproducción asexual a partir de una única célula u organismo o por división artificial de estados embrionarios iniciales” (RAE).  Es así como la clonación es aplicable a prácticamente todos los seres vivos o no, tanto del reino vegetal como animal. Dentro de este último se han realizado experimentos con cierto éxito al manipular genéticamente embriones para reproducir animales en peligro de extinción, lo mismo se piensa hacer con animales ya extintos. Algunos experimentos de clonación se han paseado por la replicación de tejidos humanos a partir de células madre, hasta finalmente llegar a la posibilidad de clonar a un ser humano completo. Y no se trata de ciencia ficción, ya se han realizado investigaciones al respecto, y aunque se ha avanzado mucho no se ha perfeccionado esta técnica aún, ni siquiera en animales. Pero es el mismo hombre, en nombre de la ética, quien ha decidido no seguir adelante con este desarrollo.

El detalle con la intervención de la ética y la moral en este asunto es que no siempre está libre de prejuicios dogmáticos, y como ya se sabe que la religión y la ciencia van por caminos opuestos es obvio que los líderes religiosos quieran meter sus narices en ello. Para algunos la clonación significa retar a la naturaleza, otros aseveran que el hombre estaría “jugando a ser dios”, por lo tanto se considera una aberración ponerse a nivel del “creador”, ya que sólo éste es capaz de dar y quitar vida. Pero, si dios concibió al ser humano con la inteligencia necesaria para generar vida y crear duplicados de él mismo ¿por qué habría de limitarle su capacidad creadora si esta forma parte de la creación de ese mismo dios?

Evidentemente, la argumentación anterior carece de toda base científica, inclusive ética, ya que es indudable que el hombre está dotado para crear vida por distintos medios, con o sin el consentimiento de dios. Pero no todos los argumentos en contra de la clonación humana se basan en esas irracionales posiciones, sino que tocan aspectos más filosóficos y realistas, tales como: ¿qué ganaría la humanidad creando clones de otros seres humanos?, ¿estaría en peligro la reproducción tradicional por el advenimiento de estas técnicas de perfeccionamiento humano?, y desde un punto de vista hedonista ¿qué tipo de necesidad personal satisfaría teniendo un clon de mí mismo? Supongamos que el hombre lograra desarrollar un clon humano, ¿qué pasaría con la sustancia espiritual e inmortal de ese clon?, ¿tendría alma y pensamientos propios? Particularmente pienso que un clon tendría vida propia y desarrollaría sus propias creencias, ya que tendría que convivir en el mundo desde su niñez, al menos que se le mantenga fuera del alcance de la sociedad y del contacto con otras personas. Por otra parte, dudo que la clonación humana conlleve a tener una mente única comandando dos cuerpos, eso sería realmente absurdo. Pero si se creara un cuerpo idénticamente a otro a través de la clonación éste también debería tener alma propia. La otra posibilidad es que no tenga alma alguna y se convierta en un ser totalmente inanimado pero con todas sus funciones corporales en perfecto estado. Esto último queda descartado, ya que la clonación en animales demostró que es posible generar vida animada ¿Es tan soberbio el ser humano al considerar que la existencia del alma le es exclusiva? Si el alma es la esencia que permite la vida, ¿por qué se le atribuye sólo a los seres vivos con inteligencia superior? La verdad me cuesta creer que mi adorada perrita no tenga alma.

El avance de la ciencia va de la mano con la evolución del hombre, si detuviéramos ese avance ¿estaríamos coartando nuestra misma evolución? Tampoco se puede obviar que ese desarrollo evolutivo puede devenir en la misma autodestrucción si no se canaliza correctamente, de ello hay infinidad de evidencias con que demostrarlo. Entonces, ¿será que la autodestrucción forma parte de la evolución humana? En la medida que evolucionamos vamos descubriendo nuestra infinita capacidad de creación, así como de destrucción. Imaginemos un mundo futuro donde a ciertos humanos al nacer se le creen clones “mejorados” de ellos mismos que crezcan a la par pero confinados a un laboratorio, y que estos sean los donantes en vida de los órganos que eventualmente necesitaran estos humanos. Suena atroz y retorcido ¿cierto?, pero creo que es posible llegar a tal demostración de perverso egocentrismo. Sin ir muy lejos, actualmente existen los bancos de células madre, las cuales son tomadas de la placenta de la mujer al momento de nacer un niño con el fin de que puedan ser utilizadas en caso de alguna enfermedad o mal formación ¿podrá ser este el comienzo de una casta de superhumanos? Y si estas técnicas de clonación humana cayeran en manos de neonazis ¿dudarían ellos en algún momento reproducir a su gran líder? Aquí quedaría la duda si ese ser clonado tendría el mismo índice de maldad. También habrán quienes vean con cierto atractivo y beneplácito poder generar un clon de Marilyn Monroe, María Callas, Albert Einstein, Juan Pablo II, Walt Disney, etc.… ¿Es reproducible el talento o la inteligencia con la clonación? O más cuestionable aún, los padres que hayan perdido a un hijo, de tener a disposición estas técnicas ¿la utilizarían para obtener una copia idéntica de su ser querido fallecido injustamente? Como dijo alguien en una oportunidad “nada de lo humano me es ajeno”, así que todas estas posibilidades son reales y sólo son concebibles dentro de la verdad de lo correcto y ético de cada quien.


Entonces, ¿dejamos que el hombre siga utilizando la ciencia para experimentar con su  capacidad creadora?, ¿quiénes somos para limitar nuestra propia capacidad de crear? De poner límites ¿quiénes se los pondrían?, ¿sacrificaríamos la posibilidad de encontrar la cura a tantas enfermedades por imponer esos límites “morales”?, ¿será el hombre capaz de comercializar su propio ADN para replicarse a sí mismo por simple vanidad?, ¿estaríamos fomentando la discriminación al desarrollar “copias” de seres humanos perfeccionados? ¿Y si en un futuro no muy lejano estos clones, dotados con inteligencia y funciones potenciadas, lograran sublevar al resto de los hombres poniendo en riesgo nuestra propia existencia?, ¿hasta donde llegará el ingenio humano?.

Pienso que pasará mucho tiempo hasta que lleguemos a un consenso sobre todos estos aspectos que hacen de la clonación humana un tema tan controversial. Pero mientras el hombre se debate entre esas interrogantes yo espero encontrarme algún día con mi clon natural y así satisfacer mi curiosidad, quizá mi doble esté en otro continente, hable otro idioma y no sea tan fácil que podamos entablar una conversación. Probablemente descubra en él similitudes más allá de las físicas, así como las puedo tener con personas con las que no tengo ningún parecido físico. También me da curiosidad conocer como hubiese reaccionado la oveja que dio origen a Dolly al encontrarse de frente con su clon, sabiendo que ésta era toda una celebridad,  ¿Le habría dicho “Hello, Dolly!” en su lenguaje ovino? Pero de algo estoy seguro, antes de morir dejaré instrucciones precisas para que no se permita una posible clonación de mí, ya bastante tengo con este cuerpo imperfecto en vida como para considerar replicarlo, así sea mejorado.


Escrito por: Rafael Baralt